viernes, 20 de marzo de 2009

Hoy recibí un premio

Hoy ha sido un día con altos y bajos, me permitieron salir por el fin de semana de la clínica que cuida de mi salud mental y trata de volverme a la cordura. Uno de los momentos felices fue este premio de mi hermana, quien no tiene idea de la felicidad que me ha producido, en situaciones como las que estoy viviendo, es necesario que te empujen un poquito para sentirte menos gusano.

Su hermoso sitio lo pueden leer en http://ypensarquejuliocambiomivida.blogspot.com/

Claro que tiene sus reglas y deben ser cumplidas sí o sí:
1º.- Exhibir la imagen del sello
2º.- Poner el enlace de la persona que te lo ha regalado
3º.- Elegir 10 personas para pasárselo
4º.- Escribirles un mensaje en su blog para que se enteren de su premio

Con mucho esfuerzo tendré que elegir sólo 10 de los blogs que creo son los merecedores de tan bello premio:

1. http://angelusaldesnudo.blogspot.com/ (aunque no le gusten los premios)

2. http://cineymusic.blogspot.com/

3. http://diariodeunasupervivienteyahooes.blogspot.com/

4. http://difistintos.blogspot.com/

5. http://noelia-ncb.blogspot.com/

6. http://castrodorrey-blog.com/

7. http://clarita-mivida.blogspot.com/

8. http://vanaglorias.blogspot.com/

9. http://freedomlibertadiparola.blogspot.com/

10. http://miserconspira.blogspot.com/

Para todos ustedes, con el corazón se los envío, pidiendo las disculpas del caso por tanta ingratitud, ya volveré nuevamente a disfrutar de sus bellos escritos y los aburriré con los míos.

jueves, 5 de marzo de 2009

Hablando de valores

Relacionado con el mismo tema del post anterior, en estos días me he acordado mucho de mi papá, lo he sentido en cada cosa que he hecho. Traté de acordarme de las conversaciones que teníamos, que no eran muchas -pues él viajaba y permanecía fuera del país por varias semanas-, pero bastante contundentes, sobre todo cuando ya estaba más grandecita.

Él tenía su forma especial de ver la vida, no era muy transigente con sus preceptos, pero me enseñó a no dejarme pasar a llevar, levantando un poco la voz y dejando claro quién era yo. No me enseñó que a los hijos hay que tratarlos con dulzura, sino con mano dura para que aprendan de chicos a obedecer, pues en la vida uno se encuentra con miles de situaciones en las que, como decimos los chilenos, "hay que bajar el moño", que a los hombres no se les puede tratar igual que a las niñas, decía él. Lo que no se aprende con delicadeza, entra con firmeza. Si bien, en su momento no lo entendí y llegué a despreciarlo muchas veces, ahora que soy mamá, sus palabras retumban en mi cabeza y las encuentro tan sabias, tan verdaderas, tan protectoras. Él tenía formas en las que podíamos notar su amor hacia nosotros, lo demostraba en regalos, elegidos con pinzas, para cada uno.

Ya en la adolescencia, no me dejaba salir, decía que mis amigos debían ir a la casa y que él tenía que conocerlos y darles el visto bueno... pero todos sabemos que en esa etapa tan confusa de la vida, sólo queremos rebelarnos y hacer todo lo contrario de lo que nuestros progenitores nos dicen. Para mantenerlo tranquilo, llevaba a mis amigos y amigas a la casa, pero a escondidas me arrancaba, bajo la complicidad de mi madre -quien no estaba de acuerdo con él- dejaba una almohada en mi cama y bajaba de puntillas las escaleras, obvio esperaba primero que él empezara a roncar. Abajo me esperaba un grupo de amigos con los que nos las arreglábamos para ir a alguna de las casas a bailar, ese era nuestro gran festejo, sólo bailar, música de los ochentas, aprender nuevos pasos y cantar con guitarra... canciones de Silvio. Esas arrancadas fueron las primeras que me llevaron a conocer a quienes ocuparían un lugar especial en mi corazón, cada uno de ellos no pasó la prueba con mi papá, pero sí se transformaron en mis amores adolescentes.

Mi fascinación por escribir nació en esa época, ya a temprana edad, le tiraba cartas de amor al hermano de una amiga, mucho mayor que yo, quien obviamente no me daba bola y me devolvía las cartas, situación que me hacía muy infeliz y que no comprendía. Ahora vuelvo mi cabeza hacia atrás y me da un poco de vergüenza pensar en las cosas que hacía. Alguna de esas cartas aún duermen en una caja con recuerdos, a veces las leo y, de verdad, escribía bien bonito, con metáforas, muy poética. Incluso, una vez una de esas cartas cayó en manos de mi mamá, quien me llamó muy enojada y me pidió explicaciones por esa locura. Tenía 14 años...

Si bien fui rebelde y mucho, recuerdo con cariño la profunda voz de mi padre llamándome la atención por haberle desobedecido, por haberle sacado el auto sin permiso, por haber llegado más tarde de la hora acordada, por haberme sacado una mala nota en el colegio, por miles de cosas.

Ahora extraño sus palabras que, a pesar de ser tan radicales, las he transmitido a mis hijos casi textualmente, sólo cambia la forma. En algún momento de mi vida necesité que me acariciara o que me dijera, cuando me retaba, que lo hacía porque me quería. Quizás ese fue su único error, quizás eso impidió que nuestra relación no fuera más cercana.

En sus últimos días de vida, cuando ya lo consumía un cáncer terrible, nos pidió perdón a todos, nos dijo que nos amaba y que todo lo que había hecho en su vida era porque éramos lo más importante para él. No quiso someterse a ningún tratamiento, su cáncer estaba muy avanzado y sólo se le indicó un tratamiento paliativo para el dolor. Duró 3 meses, como todo en su vida, terminó drásticamente...