Hoy mi hija mayor cumple 25 años, la miro: joven, hermosa, tersa, feliz. Sin querer, rebobino nuestra vida en estos bastantes años, la veo tan bella y me pregunto: ¿Cuánto de mi tiene ella sobre sus pasos? ¿Irá a vivir la misma vida que yo he llevado desde que nació? Idefectiblemente, mi sello lo tiene marcado en su alma como un tatuaje, aunque no quiera que se equivoque como yo lo he hecho, hice y seguiré haciendo, tendrá que suceder, se verá en la obligación de sufrir y de encontrarse con dificultades que quisiera evitarle.
No hace tanto, podía sentirla moverse en mi vientre, podía sentir su llanto hambriento, hasta no hace mucho podía sentir su risa inundar nuestra casa, hasta no hace mucho la tuve que consolar por un mal amor, hasta no hace mucho la consolé por un gran desahogo que pudo tener después de mantenerlo oculto por años.
Desde hace más o menos un año, vive con su amor, se ven tan jóvenes y tan felices, no tienen grandes comodidades, pero se nota ese velo de ternura en su trato, de complicidad en sus miradas, de inconmesurable necesidad del uno por el otro. Por fortuna, aún no le ha dado por ser mamá, quieren disfrutar este permanente romance que los tiene totalmente pegados, del que, en un comienzo, sentía temor y mucha desconfianza. Ella me ha sabido bajar la ansiedad, me ha obligado a confiar en sus decisiones y me ha demostrado que ya es una mujer y junto a su hombre, que son felices.
Cómo no recordar, si no fue hace tanto tiempo, cuando tomaba su manito delgada y tibia y la guiaba a su ansiada clase de ballet, con su tutú rosado y su moño de bailarina, me hacía suspirar de orgullo, ella me miraba mientras realizaba los pasos y los gestos de esa disciplina que practicó por muchos años y de las cuales no me perdí ningún ensayo, ni menos alguna presentación, en la que, a veces, las lágrimas no me dejaban disfrutar de tanta belleza. Ella todavía se acuerda y me agradece la paciencia de haberla acompañado a cada una de las actividades que su compañía realizaba. Cómo no recordarla con sus ojitos verdes esperándome, al irse a la cama, a que llegara con mi guitarra y le cantara "Mariposas" de Silvio Rodríguez, todas las noches este ritual era nuestro momento íntimo, cuando ella la escucha ahora de grande, me mira y sus ojos nadan en un mar de preciosas lágrimas que no puede evitar derramar.
Es increíble que ya tenga 25 años, a los 19 se fue a vivir sola, morí de pena y preocupación, me enojé, pataleé, amenacé, pero ese valor de la responsabilidad que se le inculcó de muy niñita, me hizo que ceder y apoyarla, como ella lo esperaba sin siquiera dudarlo, me entendió y me perdonó, cuando nos acordamos, reímos de buena gana, no existe ni siguiera un atisbo de rencor de su parte hacia mi. Este año terminó su carrera, se convirtió en una flamante Educadora Diferencial, profesión que ama y que espera ejercer hasta muy viejita.
Mi única preocupación es su seguridad y su felicidad, deseo que todos sus proyectos puedan realizarse, que me de nietos cuando se sienta preparada y dispuesta a afrontar esa tremenda responsabilidad, pero como todo lo que ha hecho, sé que esa tarea será perfecta y muy meditada.
Hoy quiero hacer una fiesta con tu pelo claro, suelto y libre, quiero volver a sentirte mi niñita, quiero volver a protegerte como cuando eras una hermosa bebita, déjame ser tu mamá de arrullo, tu mamá de canto, tu mamá de consejo y conversación larga, déjame seguir estando en tu vida, hasta que mi vida ya no esté más, hasta que mis ojos se cierren, hasta que mi alma ya no siga. Se que mi recuerdo no te dejará nunca, que mi energía seguirá a tu lado, que mis palabras no olvidarás.
¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS HIJA QUERIDA!!, TE AMO DE AQUÍ HASTA LA ÚLTIMA ESTRELLA DEL UNIVERSO, HASTA EL ÚLTIMO HOYO NEGRO DE LA GALAXIA.