lunes, 8 de marzo de 2010

A mis amigos y amigas, hermanos y hermanas



Poco queda por decir, quizás no poco, pero duele, cuesta, no sale, está todo desordenado en mi mente, igual que mi país. Ha pasado una semana y tanto de los peores dos minutos y medio de toda una nación.

A pesar de estar alerta y al tanto de todo este tiempo, recién asomo la cabeza de debajo de una mesa, sólo mis ojos van de un lado a otro, tratando de convencerme que todo fue una horrible pesadilla.

Es tan increíble, las personas de las zonas más devastadas, pensaban que su localidad era la peor de todas, sin tener ninguna posibilidad de informarse por ningún medio, y en las que fue menos violento también, nadie sabía que medio Chile estaba en el suelo, las hermosas playas sureñas, balnearios históricos, tranquilos... desaparecieron.

No me atrevería a decir que afortunadamente no me pasó nada, ni a mi ni a mis cercanos, físicamente estamos bien, pero todos finalmente estamos dañados, partidos por la mitad, sangrando y llorando infinitamente.