martes, 30 de septiembre de 2008

El Hospital


Martes, 11 de la mañana, me llevan a pabellón, voy relajada y confiada de las manos de mi doc. Me atiende un anestesista hermoso, conversamos sobre mis problemas alérgicos, me dice que está preparado para cualquier emergencia, no me duele nada de lo que me aplica, por primera vez la epidural ni la siento, será porque no tengo las contracciones de un parto.
Despierto... no entiendo nada, estoy en la UTI, ¿qué pasó?, otra vez hice un shock anafiláctico, o sea mi cuerpo reaccionó alérgicamente a un medicamento. Estoy llena de catéteres, bombas que invaden mis venas con químicos para mantener mi presión como corresponde.
La sala en la que me encuentro hay 4 pacientes más, una viejita que se queja toda la noche, un hombre como de mi edad traqueotomitizado, emite un sonido indescriptible, un señor obeso mórbido que tendrán que practicar una traqueotomía porque sus pulmones no resisten más un respirador artificial y otro caballero que no alcanzo a divisar, pero que pelea toda la noche con las enfermeras. Me duele todo, me atiende una doctora jovencita, parece de 20, amorosa y preocupada, me explica que me aplican adrenalina para que mi presión se estabilice. Me cuenta que estuve con una pata en el cajón.
Me despiertan a cada rato, no puedo abstraerme de lo que allí ocurre, siento mucho miedo, parece que la simple operación resultó algo complicada, pero mi organismo reacciona. Comienza a bajar la dosis de adrenalina y de otros tantos medicamentos que me sería inútil tratar de recordar. Las noches pasan lentas, despierto a cada hora, ya me siento mejor, quiero salir de aquel lugar tétrico, no pueden todavía mandarme a mi habitación, tienen que asegurarse que la alergia ya cedió. Paso 2 noches completas y medio día más allí. La última noche, me siento bien, me levanto al lado de mi cama, el kinesiólogo que atiende a los otros pacientes me ayuda, me pide que no haga locuras, que me quede tranquila, que el tiempo pasará rápido y estaré pronto en mi pieza.
El día que me abandonaré esta habitación me vienen a ver mis niños, no los puedo ver, el traslado se demora demasiado. Me da mucha pena, me reconforta saber que los tendré pronto cerca y podré abrazarlos. Mis hijos grandes me pueden visitar en tan maldito lugar, me visita también una gran amigo, de hecho, es el primero que veo cuando abro los ojos después de la operación.
Evoluciono maravillosamente, el jueves en la tarde estoy en mi pieza, nuevamente está mi amigo esperándome, me trae chocolates y The Clinic, amoroso. Además están las amigas de mi mamá, las de siempre, mis segundas mamás. Estoy contenta porque sobreviví. De verdad pensé que no pasaba de esta, por eso creo que iba tan tranquila a pabellón. El viernes me da de alta el doc, está impresionado con mi evolución, no esperaba que me recuperara tan pronto. Está preocupado por mi alergia, me pide, me suplica que me haga el estudio inmunológico para aislar el agente que provoca mis shocks. Lo tranquilizo y le prometo que lo haré, tengo que esperar 6 semanas para poder hacerme los tests. Pero lo haré.
Desde ahora vivire mi vida sin aquellos órganos que cobijaron a mis 4 tesoros.

Mirada a mi misma

Hoy nuevamente he tenido que sentarme a reflexionar. A través de este medio, los blogs, he ido descubriendo cientos de miles de posts, increíblemente redactados con cientos de miles de estilos distintos. Con cientos de miles de temas maravillosos, fotos, música, etc. Esto parece ser un medio, no simplemente para escribir y escribir, como en un diario de vida, he descubierto que mediante esto se puede también echar a volar la imaginación, perderse en la profundidad del conocimiento y de la búsqueda de uno mismo.

Mi motor es el amor. Sin embargo, hoy me lo he cuestionado. He hecho una profunda introspección en mi misma y me he dado cuenta que la riqueza del espíritu está en observar lo que nos rodea y sacar nuestras propias conclusiones o quizás tan sólo contarlas con nuestro particular estilo de ver el mundo.

Cuestionarnos cómo actuamos cada día con nuestro entorno,
es quizás la tarea más difícil de cumplir, cosas con una simplicidad que de tan simple no vemos, se transforma en algo invisible e imperceptible. Preguntarnos qué hacemos para que esta ciudad en la que vivimos no se siga transformando en un basurero, preguntarnos qué le enseñamos a nuestros hijos para que no lo sigan haciendo, preguntarnos si vale la pena seguir engendrando vida ¿para qué? y ¿por qué?, me lleva a otra reflexión, existe algún motivo particular para que estemos en este mundo, como dicen por ahí tendremos alguna "misión" específica en esta tierra. Me declaro atea, muy a conveniencia debo reconocer, últimamente más cercana a lo celestial. Somos seres tan cambiantes, tan evolutivos. Si pensamos en nuestro discurso de hace 20 años, comprobaremos que ha cambiado substancialmente, no sólo en forma, sino muy de fondo.

Cuestionarnos la crianza de nuestro primer hijo, que el pobrecito tuvo que sufrir nuestra inexperiencia, cual chivo expiatorio y compararla con la de nuestro último retoño, notamos que la dosis de aprehensión que tuvimos con él va bajando notoriamente cuando ya llegamos al cuarto.

Eso que pensábamos, que era tan terrible se transforma en no tanto, que las cosas que realmente son importantes descubrimos cual colador, que son las menos. Que tanto luchar por cosas que llegaban tangencialmente a nuestra vida, valieron la pena en el sentido de la experiencia que con ellas adquirimos, sólo eso. La mía me lleva a la misma conclusión de siempre, por más que reflexiono y reflexiono, que las únicas cosas que valen la pena atesorar, cuidar y cultivar son: el amor y la amistad.

(Extraído de mi blog creado el 2005 "Ya no busco, simplemente me pierdo")

La Gotera


Santiago, verano 2006, 32 grados de calor. A pesar del calor, siento una gotera. No sé de donde viene, es un ruido contínuo y molesto.La busco y la busco. Durante el día no se siente tanto por los ruidos propios del día: los autos, las micros, los bocinazos, los perros, etc. Durante la noche, parece un martillo que golpea mi cabeza, me levanto, busco por todo el departamento, nada de nada. Me vuelvo a acostar, pero la desgraciada no me deja dormir, entre que trato de dormir y de no escucharla, sueño...
Sueño con mi papá, lo sueño vivo, siento su voz en el teléfono, lo veo subir la escalera del edificio, delgado, alto, con su cabecita blanca y su tremendo vozarrón. Me dice que fue un error, que él no está muerto, que fue otra la persona que enterramos. Despierto contenta y bañada en sudor, me doy cuenta que fue un sueño, lloro.
Creo saber de donde viene el ruido, tendré que llamar a un gásfiter, le pregunto a mi mamá si la ha escuchado, me dice que no, que estoy loca, que ni siquiera cuando hay diluvio en Santiago tiene goteras el departamento. ¡Qué diablos!
La noche pasa lenta, el teléfono no suena, no hay respuesta de mis mails. La gotera suena más y más fuerte, no hay ningún ruido, salvo el maldito tic, toc, tic, toc. Es mi corazón el que se está desangrando, esa gotera suena en mi corazón...

(Escogida de blog creado el año 2005 "Ya no busco, simplemente me pierdo")

Carta a quienes me sobrevivan


Dejo de respirar, la vida me abandona, la vida me ahoga... Desde esta inspiración que me llega de la oscuridad, los saludo, tranquila. Debo preparar todo para este viaje, no dejar ningún cabo suelto. Empezaré por orden:
- A mi madre, le doy las gracias por haberme querido tanto, haberme soportado a mi y a mi extraña forma de vivir. A ella le lego todas mis poesías, mis palabras íntimas, mi más escondido pensamiento literario, para que las guarde en su baúl de reliquias. Sé que ella discriminará quiénes podrán verlas y quiénes no. Sabrá entregarlas en el momento preciso, a las personas que las requieran. Le dejo en un cofre de madera todas las joyas de mi amor por ella, de mi admiración por su forma de ser madre y abuela, le dejo mi arca sin dinero para que la llene con las lágrimas que derramará cuando me vaya.
- A mi hermana, le agradezco su hombro, su rincón siempre tibio y acogedor que me recogió siempre de mis tantas caídas. A ella le dejo mis secretos más lujuriosos (luzjuriosos), mi vida en libertad, mi vida en-musicada, mi vida de saltamontes. Le dejo mis lágrimas con el corazón destrozado, de mujer en decepción. Le dejo mi muy mala interpretación guitarrística, mi muy poco talentosa forma de cantar, mis suspiros y mi gusto por el vino blanco. Le dejo en una bolsita de terciopelo todo mi amor, para que lo huela cada vez que me extrañe.
- A mis hijos, les pido perdón por no haber sabido mantenerlos a mi lado, por haberlos obligado a valerse por ellos mismos, sin mi regazo tibio para acogerlos todos los días. Les ruego perdón por haberlos hecho sufrir por mis siempre constantes desequilibrios. Les agradezco por ser como son, transparentes, espontáneos, buenos, alegres y querendones. Les dejo la responsabilidad de jamás permitir su separación, jamás permitir la indiferencia y la despreocupación del uno por el otro: les insto a exigir esa condición. Les dejo las pocas enseñanzas que pude darles, los valores sobre los cuales mis cimientos se han asentado, las metáforas del viento y del sol, la contemplanza de la luna y la lluvia. Todo el amor que mi corazón pudo albergar por ellos, que no cabe en este mundo ni en el universo ni en todos los granos de todas las arenas.
- A mi hermano, le doy las gracias por haberme querido a su manera, por haberme ayudado a sobrevivir cuando la gran ola amenazante estaba a punto de hacerme naufragar. Le dejo mi simpleza, que la tome y la use, que se la ponga en los pies y la sienta subir por sus piernas hasta llegar a su corazón, le dejo la paciencia para disfrutar la alegría de los niños que la vida le regaló, le dejo toda la pasión que mi cuerpo pudo vivir para que la derrame sobre su siempre expectante mujer. Le dejo todo mi amor por los animales, para que los acaricie en las noches estrelladas y se acuerde de mi.
- A mi gran amor, le agradezco los segungos, minutos, horas, días, meses y años que soportó mi detestable mal genio, infinitamente le agradezco las horas de caricias, besos y amor que me regaló con tanta inocencia. Valoro la mirada enamorada que me brindó en nuestro tiempo juntos, el gesto sincero de soporte incondicional. A él le dejo todas las fotos que tengo almacenadas en mi alma, todos los pedacitos de rocas que duermen en mis zapatos, las pisadas que dejé esparcidas por Valparaíso cuando bajábamos algún cerro tomados de la mano. Las puestas de sol con las gigantescas grúas de telón de fondo, abrazados suspirando, son para él. El suave vaivén del movimiento del tren camino a Quilpué, dejando el mar a nuestras espaldas, esa huella que dejé en el asiento junto a la ventana, le pertenece. En la cajita forrada con arpillera quedan todas las lágrimas, letras, sudores, cansancios, riñas, reconciliaciones, risas, desvelos, desapegos para que las use cuando no soporte mi ausencia. Debajo de la almohada, le dejo todos los besos y caricias que nos faltan desde ahora y hasta el día de su muerte.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Tarde familiar

El sábado pasado fue un día lindo. Hacía mucho, pero mucho tiempo que no compartía con mi hermano y su familia, tan cercanamente como ese día. Habíamos quedado de acuerdo en hacer algo en su casa después de las fiestas. Éramos: mi mamá, tres de mis cuatro hijos, mi amorcito y yo.

Nos pasó a buscar alrededor de las 14:00 hrs. en su corcel plateado que vuela como un avión. Llegamos a la localidad de Lonquén, en las afueras de Santiago. Se nota el aire distinto, sólo en la primera cuadra (de campo) te salen a saludar los pajaritos y algunos animales al camino, por cierto, demasiado angosto. Llegando a su parcela, nos salieron a recibir 11 perros, 8 cachorros, un labrador y dos pastores alemanes de proporciones, amedrentan sólo con su presencia, pero amigables y simpáticos con los que entran con su amo.
Nos esperaba un delicioso plato de pollo asado con puré, ensalada de apio con palta, lechuga y porotos negros con cebollita, estaba todo delicioso. De postre un rico helado San Francisco y el tradicional cafecito o agüita para bajar todo lo anterior.
Fue un almuerzo tranquilo, conversado, reído, necesitaba ver a mi hermano tan feliz como lo vi en su casa. Mis dos sobrinos se portaron a la altura de la situación. Incluso mi sobrino chico me sacó a dar una vuelta en su moto de 4 ruedas por el condominio. ¡¡Qué lugar más bonito!! Nos contó que esa casa la arriendan, en espera de la compra de la definitiva, mucho más grande, sólida y linda. Fuimos a conocerla, la verdad es que es bellísima, me imagino a mi hermano viviendo allí, en su salsa, con un terreno precioso y grande para poder tener todos sus hobbies, que por lo demás los necesita, es necesario que se saque el tremendo stress que acarrea, con tanto trabajo, de alguna forma.
Me alegré de ver a mi hermano en paz con su familia, a mi mamá feliz por estar con su hijito, a mis hijos compartiendo tranquilamente con sus primos.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Nutrición literaria

En esta época, todo el mundo se empieza a preocupar de la apariencia física, de los rollitos que no queremos que se nos vean, etc. Todo un tema nutricional complejo. Me pregunto ¿alguna vez alguien se ha preocupado de la nutrición literaria? ¿Alguien alguna vez ha intentado hacer una tabla con el aporte calórico de cada letra, verso o estrofa? ¿Alguna persona habrá quizás indicado de qué fuente nutricional de las letras se podrá sacar la vitamina de la creación, el carbohidrato de la pluma o las proteínas del papel (en este caso PC o notebook)?
Creo que no estudiaré trabajo social el próximo año, me dedicaré a estudiar nutrición literaria. Es necesario tener fuentes que nos ayuden a buscar el equilibrio que alimenta el alma, el espíritu.