lunes, 29 de septiembre de 2008

Tarde familiar

El sábado pasado fue un día lindo. Hacía mucho, pero mucho tiempo que no compartía con mi hermano y su familia, tan cercanamente como ese día. Habíamos quedado de acuerdo en hacer algo en su casa después de las fiestas. Éramos: mi mamá, tres de mis cuatro hijos, mi amorcito y yo.

Nos pasó a buscar alrededor de las 14:00 hrs. en su corcel plateado que vuela como un avión. Llegamos a la localidad de Lonquén, en las afueras de Santiago. Se nota el aire distinto, sólo en la primera cuadra (de campo) te salen a saludar los pajaritos y algunos animales al camino, por cierto, demasiado angosto. Llegando a su parcela, nos salieron a recibir 11 perros, 8 cachorros, un labrador y dos pastores alemanes de proporciones, amedrentan sólo con su presencia, pero amigables y simpáticos con los que entran con su amo.
Nos esperaba un delicioso plato de pollo asado con puré, ensalada de apio con palta, lechuga y porotos negros con cebollita, estaba todo delicioso. De postre un rico helado San Francisco y el tradicional cafecito o agüita para bajar todo lo anterior.
Fue un almuerzo tranquilo, conversado, reído, necesitaba ver a mi hermano tan feliz como lo vi en su casa. Mis dos sobrinos se portaron a la altura de la situación. Incluso mi sobrino chico me sacó a dar una vuelta en su moto de 4 ruedas por el condominio. ¡¡Qué lugar más bonito!! Nos contó que esa casa la arriendan, en espera de la compra de la definitiva, mucho más grande, sólida y linda. Fuimos a conocerla, la verdad es que es bellísima, me imagino a mi hermano viviendo allí, en su salsa, con un terreno precioso y grande para poder tener todos sus hobbies, que por lo demás los necesita, es necesario que se saque el tremendo stress que acarrea, con tanto trabajo, de alguna forma.
Me alegré de ver a mi hermano en paz con su familia, a mi mamá feliz por estar con su hijito, a mis hijos compartiendo tranquilamente con sus primos.

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