Vimos en los noticiarios a los padres y hermanos de estos chicos llorar desconsoladamente ante tan increíble desgracia. Nadie se explicaba por qué motivo pudo ocurrir esto, que mente podría haber atentado -a sangre fría- contra un grupo de jóvenes que compartía una reunión sánamente.
Será que estamos ante una conducta ya instalada en los seres humanos, donde el valor de la vida no cuenta, donde la tolerancia ya no existe. De mucho otros actos horribles hemos escuchado: la desaparición de la pequeña Madelaine Mc Cann, la tortuosa vida que tuvo una niña en Alemania, miles de violaciones, atentados y homicidios se transforman en cotidianos acontecimientos en todo el mundo.
Personalmente, quisiera confiar en que sólo los valores que inculcamos en nuestros hijos, puedan ser asimilados por ellos, para que al enterarse de tanta violencia no crean que es normal, que no crean que los conflictos se resuelven de esa forma. Son tantas las fuentes que promueven la intolerancia, que se hace complejo explicarles que esa no es la mejor manera de actuar, que no es mejor el que agrede sin compasión, que sus derechos terminan donde empiezan los del otro, que la vida es valiosa, que la amistad es necesaria, que el amor arregla cualquier enfrentamiento, que la lealtad es compensada con reconocimiento, que crecemos como seres humanos cuando logramos hacer entender al agresor que su comportamiento no contribuye a su desarrollo como persona, ¿es tan difícil?
Estas mentes enfermas ¿deberán recibir algún castigo ejemplar?, ser encerrados por años ¿resolverá el problema?, llenar las cárceles de desquiciados ¿será una solución?. ¿Será posible recuperar a estos seres insanos para que no sean un peligro inminente?. Cuesta pensar que existen personas que conoces podrían ser asesinos, que podría ser un pertubado y que llegaría a matarte sin miramientos.
Una vez, conversando con mi hijo de 22 años, analizamos qué habría que hacer para resolver el problema de la delincuencia, sobre todo cuando son niños o adolescentes los protagonistas de actos tan deleznables, y me sorprendió cuando me dijo que para él sólo la educación, la buena educación que los padres estamos obligados a entregar a nuestros hijos, es la única solución.
Muchos años tendremos que esperar, para que esta nueva generación aplique las enseñanzas que algunos padres hemos inculcado en ellos. Muchos años pasarán antes de que los gobiernos entiendan que deben crear políticas nuevas, para evitar que los niños en riesgo social se tranformen en delincuentes, que deben ser atendidos en forma especial, en conjunto con sus familias, las que muchas veces son disfuncionales e incluso, los padres también son personas violentas, transgresoras y poco preocupadas por este tema.