
A los pocos días lo volví a ver, cojeando aún, pero un poco menos flaco, acostado junto a la reja de una casa, cuidándola, curiosamente, justo frente al ventanal de mi oficina. A medida que han pasado los días, lo he estado observando, ya no cojea tanto, me mueve su colita, se acerca a la reja que nos separa y me mira con esos ojitos con los que sólo esa clase de criatura miran.
Poco a poco ha ido sacando cuerpo, también contribuyo a su desarrollo, regalándole algún alimento de vez en cuando, lo que agradece tiernamente. Se ha convertido en el guardián del pasaje, se pasea de una casa a otra, sigue a quien ose entrar al pasaje, lo olfatea y, dependiendo de qué persona sea, le mueve la cola o le ladra, corretea perros extraños. A diario se le puede ver retozando en el pasto, rascándose la espaldita o jugando con un trozo de frazada que le sirve de cama. "Flaco" lo llama la señora de la casa del frente.
3 comentarios:
Que lindo el "Flaco", existen muchos flacos que recorren las calles de Santiago, algunos tienen la suerte de ser adoptados, otros solo terminan sus días en la calle.
Lamentable suerte para nuestros hermanos menores...
Un beso manita
Asi es miles de "Flaco" recorren las calles de esta ahogada capital, como en señal de reveldia, como enseñandonos a no ser superiores que el resto.
Me detuve... pensé...
no sé si son miles de flacos... ni sé cuales ni como ni donde... sólo sé... que mucho de él... tanto de él... viste en ti.... que aún cojeas con tanta lluvia Gris....
Mi Ser...
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